Los laberintos son mandalas que desde la antigüedad fueron usados
para la creación de un espacio sagrado, un espacio donde los mundos visible
e invisible se entrecruzan, donde lo finito se embebe de lo infinito. Existen
en casi todas las culturas y en distintos períodos de tiempo. Para los indios
Hopi de Norteamérica es símbolo de la Madre Tierra. Hay también laberintos en
el norte de Europa, en India, en Perú y muchos otros países.
En Conciencia Sin Barreras contamos con dos modelos arquetípicos de laberintos, ambos de una sola vía que
conduce siempre hacia el centro, sin riesgo de perderse.
El "Laberinto de Creta" es uno de ellos. Arqueólogos europeos encontraron
este símbolo en monedas del siglo 500 AC en la isla de Creta .
El otro, diseñado
sobre la base del modelo del de la Catedral de Chartres, es un circuito de once
vueltas. En la Edad Media era recorrido por los devotos como metáfora del peregrinaje
a la Sagrada Jerusalén o a los reinos espirituales de la Ciudad Celestial.
El
Laberinto es una herramienta universal de meditación y oración ; su imagen es
símbolo de Totalidad y Unidad. Caminar o danzar el Laberinto representa metafóricamente
la travesía por el sendero de la propia vida o hacia el propio Ser.
Los laberintos
o cualquier otro mandala desplegado en la tierra son -como un vórtice abierto-
un espacio en donde la dimensión espiritual penetra en la dimensión física.
Al ponernos en resonancia con la energía del mandala, nuestra mente y cuerpo
son capaces de aprender directamente de la dimensión del Espíritu. Esta energía
es información y nuestra alma, trascendiendo la mente lineal, puede tener la
experiencia directa de ella.
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