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Revista Uno Mismo Nº 205 - julio de 2000

Entrevista con Jon Kabat-Zinn

UN PROGRAMA PARA REDUCIR EL ESTRES

por Mariano Wolfson
 

La medicina tradicional está incorporando, por fin, las tradiciones meditativas como un recurso para prevenir enfermedades. Prueba de ello es el Programa de Reducción del Estrés que el médico norteamericano Jon Kabat-Zinn implementa en Estados Unidos, con plena aceptación de la comunidad científica.
De visita en nuestro país —donde también se está llevando a la práctica su propuesta—, explicó los fundamentos y beneficios de los métodos mente-cuerpo.

 
En un mediodía campero en Luján, las empanaditas calientes, el buen vino y el asado a discreción rodean la pronta partida del científico norteamericano Jon Kabat-Zinn, que ha venido a Buenos Aires para apoyar el lanzamiento de una clínica para la reducción del estrés basada en su programa de “presencia mental”. 
Es la primera vez que Jon Kabat-Zinn visita la Argentina. Luego de una semana más que agitada en la que ofreció conferencias y comandó una serie de talleres, este hombre calmo y de permanente buen talante se muestra agradecido: dice que el afecto y el espíritu de comunión de los seres que pueblan este rincón del planeta se le ha metido en el alma. 

Usted ha realizado un cruce significativo entre la meditación budista y la práctica médica. ¿Cómo se produjo? 


Provino de mi profundo amor por la ciencia y la medicina y la devoción que siento por la gente. Las tradiciones meditativas del Este y de todo el mundo, si se comprenden en su esencia, tienen que ver con movilizar los propios recursos internos profundos para la autocomprensión, el aprendizaje, el crecimiento y la curación de las personas. De hecho, los vocablos “medicina” y “meditación” tienen la misma raíz, tanto en inglés como en español. Lo que yo hice fue tratar de construir un puente entre los dos mundos, con la idea de que la medicina del siglo XXI tiene que ser necesariamente mucho más participativa. Cuando se ignoran los recursos internos profundos del paciente, la medicina pierde a uno de los aliados más poderosos en el proceso de ayudar a la gente a alcanzar un estado de bienestar. 
Precisamente, los hospitales y los centros médicos son un lugar perfecto para tratar de enseñar este trabajo interior: cuando las personas se acercan, están bajo un estrés tremendo, motivadas por el sufrimiento que padecen. Estos métodos mente-cuerpo que se basan en la meditación pueden funcionar como un complemento maravilloso para una forma de medicina más tradicional. 


¿Cuáles son los fundamentos del programa?


Básicamente la idea es ayudar a las personas a desarrollar herramientas que le brinden más confianza en su habilidad para recuperarse a sí mismas de su enfermedad y luego permanecer tan saludables como sea posible, durante el resto de su vida.
Nuestro programa se basa en un entrenamiento intensivo en meditación budista y “mindfulness hatha yoga”. En gran parte tiene que ver con estar más en contacto con la propia mente y el propio cuerpo, y aprender a usar la capacidad de la mente para ver debajo de la superficie de las situaciones, para no quedar tan atascados e innecesariamente estresados por las fuerzas que nos toca experimentar en la vida, desde desórdenes psicosociales, familiares o económicos propios de la cotidianidad, hasta los vinculados con enfermedades crónicas, por ejemplo. 
Es una clínica en la forma de un curso de ocho semanas, durante las cuales los pacientes tienen que cuidarse a sí mismos, como un complemento de los tratamientos médicos que están recibiendo. Todos los participantes del curso son derivados por sus médicos, y vienen con situaciones muy diversas: dolor crónico, hipertensión, ansiedad y pánico, diferentes clases de cáncer o enfermedades del corazón, sida...


¿El tratamiento es siempre complementario, o en algunos casos puede plantearse como camino único?


La Clínica de Reducción del Estrés ha sido un servicio público general del departamento de Medicina del Centro Médico de la Universidad de Massachusetts durante los últimos veintiún años. Nunca fue visto como una “quinta rueda”: no se trata de un complemento alternativo, sino que es parte de la oferta integral del departamento. Desde el principio mi intención fue que el programa fuera una extensión del repertorio de servicios médicos, más que un mero injerto. 


¿Cómo se da su relación con el departamento de psiquiatría del centro médico, por ejemplo?


Una de las principales diferencias entre el enfoque de los psiquiatras y el nuestro es que en la mayoría de los casos la psiquiatría tiene una orientación hacia la patología, mientras que la nuestra es hacia la salud. Es una diferencia sutil algunas veces, pero en ciertos casos puede resultar profunda. De todas formas nuestra relación es muy amistosa y de mucha colaboración. 


¿Cuál es la diferencia entre su programa y otro tipo de terapias o medicinas alternativas?


Insisto: nuestro programa no es alternativo; formamos parte de los departamentos de medicina, publicamos investigaciones en revistas de renombre y tenemos evidencia científica de que nuestro enfoque tiene resultados palpables. Tratamos de aprovechar al máximo los recursos profundos internos de cada paciente a través de su propia participación en el proceso curativo, y de movilizar esas capacidades internas para que logre responder mejor bajo condiciones estresantes, es decir, optimizar lo que yo llamaría “inteligencia emocional”. 
Dos años atrás realizamos un estudio entre personas con psoriasis. Dividimos a los pacientes en dos grupos: el primero, al mismo tiempo que recibía el tratamiento médico indicado —con rayos ultravioleta— realizaba una meditación guiada; el segundo, entretanto, sólo recibía fototerapia. El resultado fue sorprendente: el primer grupo sanó cuatro veces más rápido que el segundo. Eso demuestra que la mente puede influenciar un proceso de curación. Además, si la persona se puede curar cuatro veces más rápido participando con su mente en el proceso, va a necesitar menos tratamiento, con lo cual va a bajar el costo; y como los rayos ultravioleta también representan un riesgo de cáncer, al requerirse menos tratamiento, también baja el riesgo. 
Las investigaciones demuestran además que las partes del cerebro que controlan la inteligencia emocional son realmente estimuladas a través de nuestro programa. Hicimos otro estudio en una compañía de biotecnología cuyos empleados trabajaban bajo condiciones de gran estrés. Dividimos al personal en dos grupos; uno tomó el programa de ocho semanas, y el otro no. Luego se obtuvieron sus ondas cerebrales en el laboratorio y se midieron sus sistemas cardíacos e inmunológicos, en tres momentos distintos: antes del curso, cuando terminó el programa y cuatro meses luego del cierre. Y lo que hallamos fue que una región particular del cerebro, la zona cortical prefrontal izquierda, estaba mucho más estimulada en los que habían meditado. Esta zona del cerebro controla la respuesta a las emociones fuertes durante el estrés: las personas que tienen una baja activación de esa región no responden bien en situaciones estresantes (lo hacen con mucha tensión, ansiedad y furia); quienes la tienen más estimulada responden de una manera más calma. Incluso hay otros estudios que indican que la felicidad estaría asociada con una gran activación de esa región. Por otra parte, al finalizar el curso les aplicamos a estas personas la vacuna de la gripe, para ver cómo respondía su sistema inmune. Y otra vez, el grupo que había experimentado el programa mostró una respuesta de anticuerpos más fuerte que los no meditadores. Si dibujamos en un gráfico el cambio en el cerebro versus el cambio en el sistema inmune, resulta que hubo una relación lineal (la gente que mostró el mayor cambio cerebral también mostró el mayor cambio inmunológico); eso sugiere que lo que la gente aprende durante las ocho semanas produce cambios en el cerebro, en la dirección de un sistema inmunológico más robusto. 
Este estudio, sumado a las contribuciones de otros científicos, demuestra el poder de la conexión entre mente y cuerpo para la curación, por un lado, pero también para vivir la vida como algo que realmente vale la pena, sintiéndose más integrado y menos fragmentado como persona. Y creo que ésta es una descripción adecuada de lo que la gente obtiene con nuestro programa.


¿Cómo recibió su propuesta la comunidad científica?


Al principio a nadie le importó. Todos estaban tan ocupados haciendo sus tareas cotidianas que nadie se interesó en prestar atención a lo que alguien más proponía. Pero luego de ver una serie de resultados que hemos publicado, la respuesta ha sido muy favorable. En todo este tiempo nunca hubo ningún tipo de reacción negativa, ni en nuestro propio hospital ni en la Facultad de Medicina, y tampoco en el resto de los EE.UU. Pienso que esto se debe a que ocurrió en el momento justo. Hacia el año 1979 la medicina, por lo menos en EE.UU., había llegado a un punto en el que era evidente que existían límites reales a lo que se podía hacer. De hecho, lo que se puede hacer es maravilloso, pero la realidad es que ocurren muy pocas curaciones para enfermedades crónicas y tampoco se han logrado -sólo con los métodos tradicionales- cambios relacionados con la forma de vida de las personas. 


¿Todavía cree en el enfoque médico tradicional?


Pongámoslo de este modo: si te atropellara un auto, ¿preferirías que te lleven a un centro de meditación o a un hospital? A un hospital, evidentemente. Pero también pretenderías que te traten como una persona: quisieras que el médico junte tus huesos otra vez y detenga las pérdidas de sangre, pero también que te diga qué estuvo mal y te convierta en un socio del proceso de rehabilitación. Nosotros no creemos que haya nada malo con la medicina, pero pensamos que su enfoque es un tanto estrecho, y que en el siglo veintiuno tendrá que aprovechar todo el aporte tecnológico, pero sin desestimar el reconocimiento mutuo del médico y el paciente como seres humanos. Y esto es lo que la dimensión mente-cuerpo está mostrando a la medicina: que el paciente realmente tiene grandes capacidades. Y si podemos enseñarle algo de meditación para ayudarse a sí mismo en el proceso de curación, para que se sienta mejor acerca del accidente y entienda que tiene esperanzas de recuperarse y vivir una vida plena, esa es una parte muy importante de la buena medicina. El estudio de los pacientes con psoriasis demostró que la mente puede acelerar dramáticamente el proceso de curación; entonces sería estúpido no utilizar esas capacidades, cuando están allí para ser usadas. 


En virtud de su experiencia, ¿se atrevería a decir que en la base de las enfermedades crónicas está la falta de intimidad de las personas consigo mismas? 


Sin duda. Creo que la falta de intimidad con uno mismo o la falta de autoconocimiento es la fuente de todos los problemas que hay en el planeta, incluyendo los ecológicos y de salud en general.

Ustedes ofrecen seminarios para médicos: ¿han notado cambios en su actitud hacia los pacientes, algún intento de involucrarse más con ellos, por ejemplo?


Es complicado. Los médicos que nos envían a sus pacientes se benefician con el trabajo que hacemos porque estas personas comienzan a responsabilizarse más por sí mismas. Pero estos doctores, que son lo suficientemente concientes como para remitir sus pacientes al Centro de Reducción del Estrés, probablemente ya tenían una muy buena relación con ellos. Nuestros programas de entrenamiento para profesionales atraen a aquellos médicos que sufren por la manera en que se está practicando la medicina últimamente. De alguna manera el trabajo interior de meditación los ayuda a recuperar las razones por las cuales eligieron la profesión inicialmente. En este tiempo en que la medicina clínica se ha acelerado tanto, en que se exige a un médico ver cada vez más gente en tiempos limitados, es muy fácil perder la brújula interna y tratar a los pacientes como objetos. No porque no se sepa cómo atenderlos mejor, sino porque hay demasiada presión. En estos programas de entrenamiento los médicos encuentran algo en sí mismos, la mayor parte de las veces, que realimenta su pasión por la práctica médica y los ayuda a encontrar maneras de estar más presentes en el trabajo, con la mente más abierta y más receptivos a los problemas de sus pacientes. 
En la actualidad más y más doctores están empezando a repensar la manera en que llevan adelante su tarea. Y algunos incluso llegan a ver a sus pacientes en grupo, para así poder pasar más tiempo con ellos: ven por ejemplo a veinte personas con problemas similares juntas, en dos horas, enfocándose más en lo que está bien en ellas, y no tanto en lo que está mal.


De algún modo esto implicaría que los roles del maestro espiritual, del médico y el psicoterapeuta empiezan a reunificarse...


En un sentido, sí. Esta era justamente la idea hipocrática original para los médicos. Pero hoy se espera que éstos sean grandes científicos, que estén al tanto de los últimos resultados de los estudios acerca de las enfermedades, que sean compasivos y escuchen los problemas de los pacientes, entiendan su situación compleja y encuentren un tratamiento o una solución eficiente. Es demasiado. La única manera en que los profesionales pueden resolver esto es agrupando todas estas demandas en un esfuerzo común, en lugar de trabajar completamente fragmentados ante todas las exigencias que se les presentan. Y el enfoque de la presencia mental y la reducción del estrés puede facilitar este desarrollo. 

 

Quién es Kabat-Zinn

Jon Kabat-Zinn obtuvo su doctorado en biología molecular en el Massachusetts Institute of Technology en el año 1971. Es fundador y primer director de la Clínica de Reducción del Estrés en el Centro Médico de la Universidad de Massachusetts, y se desempeña como director ejecutivo del Centro para la Presencia Mental en Medicina, Cuidado de la Salud y Sociedad en la Escuela de Medicina y el Centro Médico de la misma Universidad.

Además, es autor de dos libros catalogados como best-séllers en los Estados Unidos y coautor, junto con su esposa, de Everyday Blessings, finalista en 1997 en la competencia por el premio Libros para una Vida Mejor de la ciudad de Nueva York. A la fecha, más de diez mil pacientes han participado de su programa de reducción del estrés. Desde 1992, este programa se desarrolla en un centro comunitario de salud de la ciudad de Worcester, que asiste a una población multiétnica de escasos recursos económicos. Entre los años 1992 y 1996 el programa se implementó, por solicitud del Comité de Justicia Criminal de Massachusetts, en diversas unidades carcelarias del Estado, para mejorar la calidad de vida de los presos y del personal. 

 

El estrés de la pobreza


¿Cuáles son los motivos de consulta más recurrentes en el programa que llevan adelante en los barrios más pobres?
Trabajamos más con los departamentos de salud mental que con los de medicina. La mayoría de las personas que llegan han sido derivadas por depresión y ansiedad. Pero una vez que hacemos la entrevista inicial, la cantidad de problemas que aparecen son innumerables. 
Se trata de gente que vive en barrios muy pobres, con situaciones de mucha violencia; algunas no poseen hogar, otras tienen sida, y también hay mujeres que fueron maltratadas recientemente y escaparon con sus niños del abusador. 
El programa no tiene costo —a aquellos que lo requieren se les proporciona transporte gratis y cuidado de niños durante las clases— y es similar al que se ofrece en la clínica principal, con pequeñas adaptaciones que en general tienden a afirmar la autoestima. La idea es que la mente se calme, se ponga en contacto por fin con ese cuerpo del que quizá ha estado separada durante muchos años, y una vez que esa unión empieza a tener lugar, que se relacione con sus aspectos más oscuros, para permitir finalmente que su propia esencia, lo más positivo en ellos, su capacidad de poder entregar todo como seres humanos en esta vida, aflore, aunque sea mínimamente, y que eso lo puedan expresar en su ambiente familiar y quizá puedan cambiar la dirección de su vida. 
Desde el comienzo se trata de confirmar que tengan un médico o un psicólogo que los atienda individualmente en caso de que aparezca una crisis fuerte, porque en ciertos casos puede resultar arriesgado tomarlos sin contar con apoyo individual.
Exploramos todas las posibilidades, vemos la manera de resultar asertivos sin necesidad de actuar en forma agresiva y sin soportar ningún avasallamiento. También observamos el modo en que nos alimentamos, no sólo a través de la boca, sino a través de los ojos y los oídos, porque muchas veces lo que ponemos adentro es lo que va a determinar lo que expresemos hacia afuera. Entonces procuramos ser muy selectivos en los programas de TV que miramos, en los periódicos que leemos y la comida que ingerimos. Ese es en síntesis el proceso de las clases. Los pacientes vienen con los ojos opacados, sin esperanzas, con un “no sé para qué estoy aquí”, y se van con una mirada llena de nuevas posibilidades. 

(De una entrevista con Fernando de Torrijos, director del programa dirigido a la población de escasos recursos.)

 

Cómo aprender en ocho semanas

El objetivo de la Clínica de Reducción del Estrés no es arreglar los problemas de la gente. Cuando les decimos esto, los pacientes se sienten extrañados y piensan “¿cómo diablos voy a salir de esta situación, entonces?”. Nosotros les contestamos que el proceso de curación sucede mejor cuando uno se aparta del camino: en lugar de tratar de solucionar el problema, la idea es permitir que éste se disuelva. Es decir: algunos de nuestros problemas se solucionan por sí mismos si dejamos de alimentarlos con nuestra ansiedad y nuestros esfuerzos para hacer que las cosas sean como queremos que sean, ignorando la realidad. 
Este es un enfoque muy radical, muy amoroso y respetuoso de la inteligencia profunda interior del cuerpo y del alma. Y la gente lo percibe enseguida: siente que si nosotros confiamos en ellos, también es posible que ellos confíen en sí mismos.
Semana a semana exploramos lo que significa llevar la presencia mental a diferentes aspectos de nuestra vida, a los que habitualmente no les prestamos atención. Ponemos el acento en lo que está bien de las personas y dejamos que el resto del sistema de salud se haga cargo de lo que está mal con ellas. Esto es una gran sorpresa para la mayoría de los participantes, porque ellos habitualmente se preguntan “cuál es el problema conmigo”, y nosotros les decimos “no, son muchas más las cosas buenas en ti que las malas; sólo tienes que desarrollarlas”. Y empezamos muy simplemente: “Tienes un cuerpo, eso es maravilloso..., tienes una mente y una respiración. Puedes usar todos esos elementos para aprender y crecer, y quizá hasta para curarte a ti mismo”. Este es el desafío. Cada semana introducimos nuevos métodos, y la gente se va involucrando más profundamente en la meditación; aprendemos cómo permanecer más confortablemente en silencio, sólo observando la actividad de la mente sin distraernos con pensamientos y emociones intensas. Y con el tiempo empezamos a reconocer que la presencia mental puede ser muy útil para lidiar con situaciones estresantes: las semanas centrales de estas ocho tienen que ver con aprender a responder más efectivamente a esas situaciones, en lugar de hacerlo mecánica o automáticamente. Hay un famoso psicólogo norteamericano que dice: “Cuando la única herramienta que tienes es un martillo, todo tiende a lucir como un clavo”: Y es así: mucha gente sólo conoce una manera de lidiar con los problemas, cuando se enoja o se asusta. Por eso le ofrecemos veinte maneras diferentes, y entonces se enoja menos, se asusta menos, y con el tiempo eso contribuye a hacer crecer la confianza en sí misma, en el sentido de poder controlar la manera en que transita esas situaciones y otras cuestiones internas como las tormentas mentales. 
Al final de la octava semana, la mayoría de las personas termina diciendo que fue una de las experiencias más profundas que les tocó vivir. Y los maestros, honestamente, no podemos decir que les hayamos dado nada: sólo los guiamos y envalentonamos para que hicieran ese trabajo interior que nadie podía hacer por ellos, que es el trabajo de autocomprensión, de habitar la propia vida desde la perspectiva de ser, en lugar de andar siempre con el deseo de ir hacia otro lugar y hacer cosas todo el tiempo, con la fantasía de llegar al próximo punto donde “entonces sí voy a estar bien”. 
Trabajamos con este programa dondequiera que tenemos la oportunidad: en centros de salud urbanos, en corporaciones, prisiones, con ejecutivos de alto rango, atletas, empleados del correo, con los bomberos, la policía e incluso lo hicimos con el equipo profesional de los Chicago Bulls. El rango de edades va desde la adolescencia hasta más de los ochenta años (el promedio es de alrededor de 42). Trabajamos con todos los pacientes en la misma sala. Muy frecuentemente me sorprende la manera en que cada uno encuentra el mejor modo de trabajar con sus problemas en un ambiente tan variado. 
—Jon Kabat-Zinn

 

El programa en la Argentina

Desde hace 5 años, la propuesta de Kabat-Zinn se implementa en Buenos Aires.
Los profesionales que la encaran explican aquí cómo han adaptado el Programa a la realidad local.Allá por 1993, cuatro profesionales amigos tomamos contacto - y nos entusiasmamos - con la obra del doctor Jon Kabat-Zinn: Benito Kuschevatzky - médico clínico y psicoterapeuta - venía de la ciencia
"dura", Susana Galperín - 
psicóloga especializada en terapia individual, de familia y psicoprofilaxis quirúrgica - ya habían incorporado a su vida prácticas pertenecientes a las disciplinas de conciencia, Ana Inés de Avruj - también psicóloga - venía ejerciendo, desde los albores del movimiento transpersonal, terapia y docencia con dicha orientación tanto en el país como en el exterior, y Julio Avruj -  ingeniero civil, empresario y actual
presidente de ATRA, Asociación Transpersonal de la República Argentina - ya
enseñaba yoga y meditación desde hacía casi dos décadas.
Basados en nuestra amistad y en la riqueza que nutría nuestros encuentros
frecuentes, decidimos aplicar el Programa de Reducción del Estrés en nosotros mismos y dedicamos todo 1994 a la práctica cotidiana. Nos pusimos en contacto con la Clínica del Centro Médico de la Universidad de Massachussets y con el doctor Kabat-Zinn, quien, con su profunda y amable generosidad, nos facilitó material y nos brindó su aliento.
En vista de las bondades del entrenamiento, en el '95 comenzamos a organizar grupos para impartir el Programa, al principio entre nuestros propios pacientes y amigos y luego, a medida que se difundía de boca en boca, como una actividad estable incorporando a las personas que lo solicitaban y a quienes considerábamos que podía resultarles útil.
Siempre la entrevista preliminar, así como la de cierre, es llevada a cabo por el doctor Kuschevatzky, lo cual permite tomar en cuenta las necesidades particulares de cada persona para facilitarle su aprendizaje. El hecho de que seamos profesionales de larga experiencia en nuestros respectivos campos nos permite brindar supervisión médica y psicológica durante todo el Programa. La formación de los Avruj en escuelas y disciplinas de autoconocimiento y desarrollo de la conciencia aporta una profundización en el cultivo de actitudes - tales como la paciencia, la capacidad de asombro, la aceptación y la confianza - que el Programa promueve en aras de una mejor calidad de vida.
A través de la experiencia con los grupos durante todos estos años, si bien
mantenemos la filosofía y estructura original del Programa, lo hemos ido adaptando a las necesidades e idiosincrasia de nuestro país y población. La mayoría de los participantes no suelen tener patologías tan severas como las de quienes concurren a la Clínica norteamericana ni son siempre derivados por médicos. Suelen ser personas - mujeres y hombres de entre 18 y 85 años, hasta el momento - que se ven a sí mismos irritables, ansiosos, hipertensos, con dolores de cabeza frecuentes, con dificultades en la atención y la concentración en algunos casos y/o para conciliar el sueño, con estrés familiar o con el llamado "síndrome de inseguridad laboral y desempleo". Por supuesto, también ha resultado muy útil para personas con afecciones cardíacas o con estados depresivos. Aportamos algunos enfoques y
metodologías nuevas y, recientemente, el universo volvió a mostrarnos una vez más su exquisita sincronicidad. Cuando el doctor Kabat-Zinn estuvo en la Fundación Conciencia sin Barreras, en cuyo contexto estamos brindando el Programa, nos contó que, en uno de los últimos entrenamientos para ejecutivos que dio en el desierto de Arizona, había incluido el caminar con presencia mental un "laberinto de meditación" similar al que nosotros le estábamos mostrando.
Otra aplicación local, teniendo en cuenta el momento socio-económico particular que los argentinos estamos atravesando, consiste en orientar a los participantes a descubrir los distintos tipos de riqueza que cada uno posee. Hacer muñecos de peluche destinados a niños hospitalizados, alentar la concurrencia al Programa de miembros de una comunidad religiosa sabiendo que sus aportes se destinarían a un plan de educación especial en una escuela integradora, son recursos que hemos utilizado creativamente con excelentes resultados en varios planos, especialmente la elevación de la autoestima y el efecto terapéutico que tienen la práctica de la compasión y el servicio comunitario.
Cuando tomamos conciencia de la conexión que existe entre nuestras actitudes mentales y las situaciones de estrés, dolor y frustración en nuestra vida, descubrimos la posibilidad del cambio, y la confianza de que nuestra propia práctica nos puede permitir el acceso a formas más dignas de vida. Una libertad y felicidad que desde lo más profundo de nuestro ser todos anhelamos.
 
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